afrodiccionario

Por desgracia el ETNOCENTRISMO está de moda

Hace pocos meses me encontraba en clase. Al menos mi cuerpo estaba en el aula, mientras mi mente activaba los mecanismos de emergencia. Quizá fuera una tontería, quizá ninguno de mis compañeros no racializados lo pudiera entender, pero no pude evitar sentirme incómodo. Después de que la profesora tratara una serie de problemas vinculados con el racismo y de mi intervención sobre lo extraño que era haber nacido aquí pero sentir que no es suficiente para ser validado, dijo lo siguiente: «para los que somos de aquí, españoles… blancos, claro, puede existir un miedo hacia el diferente»

De un plumazo, volví a sentir que no era como el resto.

Según el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española el etnocentrismo se define como: «tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades». Una definición correcta, pero incompleta. La primera acepción que ofrece AfroDiccionario añade un matiz clave: «[…]conduce a discriminar a otros individuos por el hecho de ser diferentes». 

Puede que este concepto no formara parte de nuestro vocabulario más utilizado, pero los acontecimientos que copan las portadas de los medios europeos en 2022 han afectado a toda conversación planteada hasta la fecha. El primer trimestre del año ha bastado para constatar que en el viejo continente sigue habiendo una brecha enorme entre la población blanca y la racializada. En este artículo se desarrolla este asunto, pero para la tarea que nos ocupa basta con evidenciar cómo desde medios profesionales hicieron hincapié en por qué estos refugiados eran distintos: eran blancos, eran rubios, eran como nosotros. 

Vaya por delante que todo refugiado debería gozar de amparo y protección, promover un trato justo no supone pasar por encima de otros. Simplemente es un ejercicio de reflexión respecto a cómo nos comportamos como sociedad. Los criterios detrás de esta forma de ver el mundo no responden a cuestiones geográficas, importa más cualquier país de la Unión Europea que Marruecos (pese a la escasa distancia entre ambas naciones, desde la perspectiva española). Tampoco a la gravedad de la situación, ya que las guerras en las que las víctimas tenían otro color no parecían tan graves. Y siguen sin parecerlo. 

Este asunto ha sido recogido en distintos espacios que gozan del suficiente foco mediático, como el que conduce Trevor Noah. Quizá esa distancia le permite realizar un análisis más correcto, como suele hacer con el racismo estadounidense desde su perspectiva sudafricana. Abrir el cajón de los problemas raciales en Estados Unidos supondría un artículo en sí mismo y no es el tema que trata este texto, aunque siempre es un buen momento para recomendar aquellos medios que sí subrayan la discriminación racial imperante en territorio estadounidense. 

De regreso a suelo español (perdón a les hermanes hispanohablantes por el eurocentrismo de esta reflexión), quizá la solución pase por una mayor presencia de personas racializadas en los medios y en el entretenimiento. Quizá conocer otras realidades sea el mejor camino para potenciar una empatía que se presupone condición humana. Hemos visto en redes sociales a las nuevas generaciones disfrutar de personajes como los de Encanto o Turning Red con una amplia sonrisa. Está bien que la ficción ceda espacio a las historias contadas y protagonizadas por personas que no sean hombres blancos cis hetero. No obstante, la ficción no lo es todo. Desde hace años en la televisión pública podemos encontrar a absolutos referentes como Lucía Mbomío o Moha Gerehou, esta temporada Podium Podcast ofrece No hay negros en el Tíbet y la labor de Afrocolectiva cada vez tiene mayor repercusión. Ejemplares, pioneros, necesarios. Su constante empuje genera un espacio que permite a otros proyectos florecer, como la iniciativa de Conciencia Afro en Madrid. 

Ejemplos, por suerte, cada vez hay más. Sin embargo, de nada sirve si solo son excepciones. Es necesario trabajar para que el sistema (aquella casa de la que habla Michaela Coel en Marginados) favorezca una igualdad real. Y todo esto pasa por avanzar sin caer en la homogeneización burda y el borrado cultural. Lo que hace una asociación como Afroespaña para que el pasado negro de los afrodescendientes españoles se conozca y el concepto afroamericano no lo opaque todo. 

No considero necesario aclarar que el racismo sigue más que presente en infinidad de ámbitos de nuestra vida, pero sí creo que ha llegado el momento de abordar uno de los asuntos que más me preocupa: ¿qué hace falta para ser considerado de aquí? 

Es una pregunta que me persigue. ¿Por qué parece importar más la vida de una persona blanca que vive más lejos que la de una racializada que habita tu barrio? ¿Por qué cuando pensamos en la ciudadanía española asumimos que debe ser caucásica? ¿Cuántas generaciones deben nacer en el territorio delimitado por la frontera española para que se valide su pertenencia a dicho país? ¿Cómo escapar del limbo identitario que habitamos aquellos a los que siempre se nos cuestiona que seamos de aquí? 

El día anterior a la escritura de estas líneas, una persona se me aproximó en un lugar público y me preguntó si hablaba español. Una semana antes, al responder a un formulario en una tienda, quisieron saber mi país de procedencia y tuvieron dudas sobre el tipo de documento de identidad que poseía. No hay nada malo, por supuesto, en no hablar español, haber nacido en otro país o no tener un DNI, pero dudo mucho que nada de esto hubiera sucedido si mi piel hubiera sido de otro color. Por no hablar de la retahíla de estereotipos que acompañan a esta pigmentación. Porque como decíamos al principio, parece que la pertenencia o no a una etnia te coloca en un estrato social diferente. 

La forma de revertir según qué formas de ver el mundo pasa por dar voz a toda aquella perspectiva excluida a la periferia cultural. Dotar a la otredad del protagonismo que merece. Apostar por una forma de comunicar responsable y diversa. Es el camino para alcanzar una sociedad más justa y menos discriminatoria. Es lo que nos llevará a no dar por hecho que hay ciudadanos de primera o de segunda solo por el color de su piel.

Juan T. Salas                                                                                                                                                                16/09/2022